12 de febrero de 2010

Segovia, años 30

Una guía turística de 1934 propone recorridos para descubrir una provincia bellísima, pero absolutamente desconocida

Hoy les propongo un regreso a aquellos años previos a la contienda civil. Lo haremos a través de la guía que el impresor y periodista Carlos Martín Crespo publicó en 1934. La 'Guía de Segovia' de Martín es un intento de acercar la ciudad y la provincia a un turismo que se populariza por momentos. En el prólogo del folleto, el periodista da en el clavo: «El moderno turismo es acelerado, como los tiempos que vivimos, y el turista, en las breves horas que permanece en una ciudad, anhela satisfacer su espíritu por completo, para marchar veloz a otro lugar donde pueda contrastar lo que acaba de ver, con lo que se le presenta a su contemplación».

Así, don Carlos recomienda llegar a Segovia en tren, el medio más rápido que había, pese a que el viaje desde Madrid duraba casi tres horas, tiempo que entonces parecía escaso:

«A las ocho y diez minutos de la mañana sale de la capital de la República un tren tranvía, cómodo y bien aseado, que llega a Segovia a las once. El viaje, por lo tanto, es delicioso y breve. Desde las ventanillas del tren puede el viajero recrear la vista en los panoramas encantadores que ofrece la Sierra y en la multitud de hoteles veraniegos levantados en los pueblos cercanos a la vía férrea: Villalba, Collado, Los Molinos, Guadarrama, Cercedilla, Tablada...»



Evidentemente, el autor adjunta una tabla en la que detalla los horarios del ferrocarril, medio de locomoción que cruzaba la provincia de sur a norte a través de la línea de Medina del Campo, lo que facilitaba el acceso a otras poblaciones rurales dignas de visitar. La guía diferencia entre la ciudad y la provincia y aporta información práctica sobre servicios y alojamientos. Esto permite acercarse a la realidad segoviana de aquella época ya lejana.


La capital

Martín procura al viajero ricas descripciones e información exhaustiva de los monumentos más significativos de la ciudad: el Acueducto, la Catedral y el Alcázar, y las iglesias del Corpus, San Millán, San Lorenzo, San Martín, Los Templarios (Veracruz), San Juan de los Caballeros, San Esteban, Santa María del Paral, San Antonio el Real, Santa Cruz y el Seminario. Y propone una ruta rápida por la ciudad que debe partir del Alcázar e incluir paradas en la Catedral, en la plaza de las Sirenas, en la Canaleja y en el Azoguejo, donde se puede tomar un coche de caballos para visitar el convento de San Antonio el Real, ya en las afueras de la ciudad, la iglesia de San Lorenzo, el convento de Santa Cruz y la Cueva de Santo Domingo, el Monasterio del Parral, la Vera Cruz y el Santuario de la Fuencisla.

En cuanto a hoteles, hospedajes y restaurantes, la Segovia de los años treinta posee algunos de reconocido prestigio. El Comercio Europeo, el París Fornos, el Victoria, el Casas, todos en el entorno de la Plaza Mayor; y la Parisiana, enfrente de la estación de ferrocarril, son los mejores. Luego están la pensión Isabela, en la calle Cervantes; las posadas del Gallo, del Potro y de la Paloma; y los paradores de Vizcaínos, del Norte y del Acueducto. En cuanto a hornos de asar, destacan el de Cándido López, en el Azoguejo; el de Julián Duque; en Cervantes; el de la Viuda de Arribas, en Herrería, y El Chívere, en la Travesía del Patín. Y no hay que olvidar los ventorros típicos de la Mina, de San Pedro Abanto y Chamberí, entre otros. En el apartado de cafés y restaurants, Martín cita el Castilla, en la Canaleja; La Unión, en Juan Bravo; San Francisco, en la calle del mismo nombre; La Suiza y el Juan Bravo, en la Plaza Mayor; el Venecia, en Cervantes; y el Columba y el Turismo, ambos en el Azoguejo.


La provincia

En la actualidad, la modalidad del turismo rural ha ayudado a conocer más y mejor los encantos de la provincia, pero hace ochenta años, el territorio segoviano estaba por descubrir. La guía de Martín es, después de la Félix Gila de 1906, la primera que de verdad acerca el ámbito rural segoviano al turismo incipiente. El autor subraya que la provincia posee cerca de 2.000 kilómetros de carreteras y caminos vecinales en muy buen estado de conservación, muchos de los cuales sirven para llegar al 90% de los pueblos de importancia arquitectónica y turística.

«La provincia de Segovia -prosigue- tiene acaso más que ninguna otra, panoramas y sitios encantadores».

La guía considera irrenunciable la estancia en San Ildefonso para visitar los Jardines, el Palacio y las Fuentes, y da el nombre de tres alojamientos: el hotel Europeo, en la calle Infanta Beatriz; y las pensiones María y España. Después, propone dos rutas para internarse en la provincia: una de 141 kilómetros con paradas en Cuéllar, Coca y Santa María la Real de Nieva; y otra de 132 kilómetros para visitar Pedraza, Sepúlveda y Turégano, ambas con Segovia como punto de partida y llegada.

De Cuéllar reseña Carlos Martín que es el pueblo más grande de Segovia y que destaca por sus industrias de achicorias, harinas, resinas y electricidad. Dignos de ver son el castillo, las iglesias de San Esteban, San Martín, Santa María de la Cuesta y El Salvador, y las casas señoriales de Diego Velázquez, Juan de Grijalva, Antonio Herrera o la de los Rojas, familia que disfrutó el mayorazgo de Cuéllar. Martín se detiene luego en Coca, que sobresale por su castillo mudéjar, «acaso la más hermosa construcción militar de España», dice, y en Santa María de Nieva, su patria chica, situada a tan sólo dos kilómetros de la estación de ferrocarril.

En la segunda ruta, se recomienda con especial ahínco Pedraza de la Sierra, digna de «cuantos quieran vivir momentos de gratísima emoción», así como Sepúlveda, «compendio del arte difundido por España», y Turégano, coronada por su imponente castillo, aunque también Riaza, Ayllón, Martín Muñoz de las Posadas, Maderuelo, Carbonero el Mayor, Villacastín, Prádena, Casla, Paradinas, Aldeonte, Cantalejo, Aguilafuente, Fuentepelayo, Fuentidueña y Castiltierra.
Martín conocía la provincia como la palma de su mano, pues se había recorrido sus polvorientos caminos en sus andanzas al frente de la banda de música que dirigía, La Popular, que en verano iba de pueblo en pueblo amenizando bodas, fiestas y otros regocijos populares. Si en aquellos años hubo alguien verdaderamente querido en esta provincia campesina y anclada en el pasado, ése fue Carlos Martín.

En 1934, sólo 33 pueblos de la provincia tenían servicio de teléfono público, mientras que el Telégrafo del Estado llegaba a San Ildefonso, El Espinar, Carbonero el Mayor, Cuellar, Riaza, Santa María de Nieva, Turégano y Sepúlveda. El territorio provincial contaba con 167.747 habitantes, de los cuales 18.027 residían en la capital y el resto, en el campo. Cuéllar era la segunda localidad más poblada, con 5.060 vecinos. San Ildefonso sumaba 4.045 y El Espinar, 3.619. Como curiosidad, cabe reseñar que entre Palazuelos de Eresma, San Cristóbal y Tabanera contabilizaban 781 habitantes. Los tiempos han cambiado, y algunos lo han notado más que otros.

Fuente: El Norte de Castilla

9 de febrero de 2010

Nace la Ruta del Puchero

El hambre agudiza el ingenio. Con la crisis económica golpeando con especial crueldad a los más débiles, una decena de restaurantes de pueblos del Nordeste de la provincia se han unido para presentar una iniciativa, las “Jornadas del Puchero”, consistente en establecer en los diez establecimientos un precio único para el menú, 25 euros por persona.

La lectura de las cartas invita a acudir al Nordeste. Judías con liebre y chocolate, patatas con corzo, pollo de corral con piñones y pasas, cazuela de pochas con pato confitado, bacalao encebollado…

Las “Jornadas del Puchero” se extenderán durante los meses de febrero y marzo, aunque únicamente los fines de semana. Los restaurantes participantes tienen, entre sí, múltiples coincidencias. La gran mayoría se ubican en pueblos pequeños, son establecimientos “con encanto” y su cocina es principalmente tradicional, aunque aderezada por algún toque más innovador.


De inicio, las “Jornadas del Puchero” se han unido El Molino Grande del Duratón (San Miguel de Bernuy), El Rincón de las Hoces (Burgomillodo), El Señorío de la Serrezuela (Aldeanueva de la Serrezuela), La Pizarrera (Madriguera), La Tenada del Chíspano (Ayllón), La Senda de los Caracoles (Grado del Pico, Ayllón), Mesón Conrado (Torrecilla del Pinar), Molino de la Ferrería (Villacorta, Riaza), Posada del Duratón (Sebúlcor) y La Taberna de Perorrubio (Perorrubio).

En su intención de dar a conocer los productos del Nordeste, los restaurantes ofrecerán en sus menús los vinos de las dos bodegas de la comarca, Pérez Veros, de Aldehorno —la única bodega segoviana incluida en la Denominación de Origen “Ribera de Duero”—, y Viña Mazay, de Mazagatos (Ayllón), que no está abscrita a ninguna denominación de origen.

Por si era poco, los clientes que acudan con un folleto promocional de las “Jornadas del Puchero” a cuatro alojamientos (La Senda del Duratón —Sebúlcor—, La Dehesilla —Madriguera, Riaza—, Apartamentos Valderrey —Riaza—y La Senda de los Caracoles —Grado del Pico, Ayllón— obtendrán un descuento especial. Además, los clientes que visiten cuatro restaurantes de esta nueva “ruta del puchero” recibirán un lota de botellas de vino.

5 de febrero de 2010

Santa Agueda

Esta fiesta se celebra en honor de Santa Águeda, nacida en Sicilia y martirizada para que renegara de su fe cristiana. El martirio al que fue sometida consistió en cortarle los pechos. La imagen de Santa Águeda porta en una bandeja unos pechos femeninos como atributo.El culto a esta mártir está muy extendido, siendo protectora de las mujeres embarazadas, madres lactantes y de la mujer en general, así como de aquellas sometidas a cirugía de la mama.



LA FIESTA

ORÍGENES

Los orígenes de la fiesta están relacionados con la conquista del Alcázar que supuso una serie de privilegios para este pueblo y sus mujeres, a las que se concedió el privilegio de mandar una vez al año. Debe de entenderse que cuando nuestras antepasadas participaban en la fiesta su situación era diferente y por tanto, para ellas, esta era además de un momento de diversión, un acto lúdico, era la ocasión de reunirse, de liberarse del papel que ejercían cotidianamente como mujer casada y madre de familia, dependiendo en mayor o menor medida de la autoridad masculina y de las normas sociales vigentes.
Mandar las mujeres durante dos días debía de suponer algo distinto y diferente hace muchos años.


Parece ser que la fiesta en honor a Santa Águeda se celebra en Zamarramala desde 1227, pero no es tanto el hecho de los siglos que lleve celebrándose como la sensación de mantener una arraigada, profunda y ancestral costumbre.


EVOLUCIÓN

La fiesta de Santa Águeda ha ido cambiando con el paso de los años, aunque mantiene la esencia y gran parte de ella se mantiene fiel a sus orígenes. Las modificaciones más actuales surgen como agradecimiento a los numerosos visitantes que acuden a Zamarramala a ver a las Alcaldesas, sobre todo desde que se declaró de interés turístico nacional. Es entonces cuando se crean los distintos nombramientos y galardones.La fiesta es la expresión de nuestra cultura local, es una forma de decir quienes éramos, quienes somos y quienes queremos ser.


EL TRAJE

Es un hermoso atavío de estilo siglo XVI, compuesto por: Montera, titulada de "Doce Apóstoles", la cabellera peinada en una sola trenza de la que pende un lazo de seda, con toca de gasa blanca, zarcillos de tres gajos, anillos y cruz de oro con brillantes, corales, medallas y relicarios de plata y un Cristo que se denomina "tripero", sin duda porque se lleva en la parte anterior de la cintura; camisa de corchados, mantilla de paño negro y en la mano la vara de mando, de justicia y de autoridad. DISTINCIONESAguederas Honorarias:Es una forma de reconocer la implicación con esta tradicional fiesta o animar a otras mujeres a conocerla más profundamente, dándoles el nombre de aguederas como lo somos todas las zamarriegas.

Matahombres:

El Matahombres no es lo que pudiera suponerse por su nombre, es un alfiler que se utiliza para sujetar parte del traje típico de zamarriega y en nuestro caso el traje de Alcaldesa. Durante años se utilizó en los bailes y chanzas de las fiestas para mantener alejados a los hombres, siempre dentro de la alegría y la broma.Este galardón se ofrece a personas que hayan realizado actividades en favor de la mujer desde distintos ámbitos.

Ome Bueno e Leal de Zamarramala:

Este nombramiento está mucho más ligado al pueblo de Zamarramala, pues se entrega a personas, organismos o asociaciones que hayan trabajado por Zamarramala, de forma directa, mejorando su situación, colaborando en distintos aspectos tanto en la vida diaria, como en la difusión de sus costumbres. Esta valoración también se extiende a Segovia, municipio al cual ahora pertenecemos.

 
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